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martes 1 de de 2024

Anatomía y Género: Un Dilema en los Deportes Modernos

La diversidad anatómica en los atletas es un fenómeno interesante y complejo, visible cada cuatro años en los Juegos Olímpicos. Las diferencias físicas, como la altura, se observan fácilmente cuando atletas de distintas disciplinas compiten. Por ejemplo, Simone Biles, una gimnasta reconocida, mide 4’8”, mientras que figuras del baloncesto alcanzan alturas superiores, como el francés Victor Wembanyama con 7’4”. Estas diferencias no se limitan a lo obvio; también hay variaciones menos visibles, como la proporción de fibras musculares rápidas o lentas, que pueden otorgar ventajas en diferentes deportes. Los atletas con más fibra muscular rápida destacan en sprints, mientras aquellos con más fibra lenta sobresalen en largas distancias.

En algunas ocasiones, los atletas presentan características anatómicas únicas, como vértebras o costillas adicionales. Estas singularidades no manejan un destino fijo, pues pueden ser beneficiosas, perjudiciales o neutrales para el rendimiento deportivo. Sin embargo, el interés en estas variaciones se convierte en una cuestión de debate, especialmente cuando las atletas mujeres exhiben características etiquetadas como ‘masculinas’. A pesar de admirar la diversidad corporal, en deportes femeninos, suelen ser objeto de críticas y marcado escepticismo.

Existe un doble estándar: mientras que las variaciones anatómicas de los hombres en ciertos deportes se celebran y no generan controversia, las mujeres enfrentan un escrutinio significativo. Este sesgo es evidente al evaluar la flexibilidad de las gimnastas en contraste con los test de niveles de testosterona en mujeres atletas. Precisamente, los niveles hormonales son un área compleja donde las expectativas sociales de ‘feminidad’ se encuentran con la variabilidad innata de los cuerpos.

Personas con niveles elevados de testosterona están bajo constante vigilancia para competir. Además, los afectados por tales variaciones, como hormonas, pueden experimentar estigmatización, a pesar de estas ser anatómicamente comunes. En deportes categorizados como femeninos, se establecen normas rígidas de qué es permitido y qué no, donde algunos rasgos anatómicos son aceptados y otros rechazados. Este escrutinio no ayuda ni a los atletas ni al deporte.

El caso es que, mientras celebramos las hazañas de atletas masculinos como Michael Phelps, rara vez cuestionamos sus “dones” naturales. Sin embargo, cuando una corredora o boxeadora muestra un rendimiento extraordinario, surgen dudas sobre su género, obviando que las variaciones individuales enriquecen el mundo del deporte en lugar de corromperlo. El deporte, visto a través de los Juegos Olímpicos, ejemplifica que no existe una única forma de ser atleta, y nuestras percepciones y juicios sociales a menudo son el verdadero desafío para los participantes. Abogar por la aceptación de todas las variaciones es crucial para el futuro de una competencia equitativa y honesta.