Un reciente estudio realizado en Francia sugiere que el consumo moderado de cafeína podría estar vinculado a un menor riesgo de desarrollo de síntomas emblemáticos de Alzheimer. Se llevó a cabo entre 2010 y 2015 con 263 participantes mayores de 70 años, y se evaluó el consumo diario de cafeína a través de un detallado análisis de sus hábitos alimentarios y de bebidas. Esta detallada investigación incluyó no solo evaluaciones clínicas iniciales sino también resonancias magnéticas y muestras de sangre y fluido cerebroespinal (CSF).
No es sorprendente que los resultados muestren que aquellos con menor consumo de cafeína presentan un mayor riesgo, aproximadamente 2.5 veces más propensos, a desarrollar deterioro cognitivo leve y problemas de memoria asociados al Alzheimer, en comparación con los que consumen más cafeína. El estudio pionero también detectó diferencias significativas en las concentraciones de ciertas proteínas beta-amiloides en el CSF de los participantes.
Una reducción en la concentración del llamado beta-amiloide soluble Aβ42 y sus proporciones con otros biomarcadores como el Aβ40 y el tau ptau-181, se observa especialmente en aquellos con bajo consumo de cafeína. Estos desequilibrios bioquímicos son indicativos de un aumento en el agrupamiento de proteínas beta-amiloides en el cerebro, una característica distintiva del proceso degenerativo de Alzheimer.
Curiosamente, los niveles de la proteína tau, conocida por su acumulación progresiva en el tejido cerebral durante el avance del Alzheimer, no presentaron alteraciones sustanciales sobre la base del consumo de cafeína. No obstante, investigaciones anteriores en laboratorio sugieren que la cafeína podría influir de algún modo en la actividad química que desencadena la formación de ovillos tóxicos de tau, pero su implicación en los casos reales de Alzheimer sigue sin darse por sentada.
Más allá de centrarse en este vínculo emergente, los investigadores advierten que el estudio solo ofrece una instantánea de los hábitos de cafeína de una muestra limitada de personas mayores y sus efectos de largo plazo no son concluyentes aún. Tampoco se abordaron consideraciones de cuándo y cómo se consume la cafeína, un factor crítico dado que un consumo inadecuado podría alterar el sueño, fundamental para la salud neurológica prolongada.
Con una precaución razonable, los hallazgos apoyan la idea de que integrar una cantidad moderada de cafeína en nuestra dieta es probable benefactor para el sustento de capacidades cognitivas a lo largo del tiempo. La investigación fue publicada en la reconocida revista Alzheimer’s & Dementia y resalta un campo prometedor para futuras investigaciones con implicaciones de gran alcance para la salud pública.