En un lapso reciente, la comunidad científica ha estado dedicando esfuerzos considerables para establecer la relación entre eventos meteorológicos extremos y el cambio climático. Un ejemplo notable es la histórica ola de calor del noroeste del Pacífico en 2021, que dejó un rastro de destrucción notable, cobrando cientos de vidas humanas y alimentando incendios feroces. Estudios posteriores apuntan a que, debido al cambio climático provocado por el hombre, la probabilidad de que ocurriera tal fenómeno se incrementó hasta 150 veces.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores emplean el “análisis de atribución de eventos extremos”, un conjunto de técnicas que permite discernir el papel del cambio climático en fenómenos climáticos específicos. A través de la comparación del estado actual del mundo, que ha experimentado un calentamiento de 1.2 grados Celsius desde la Revolución Industrial, y un mundo alternativo sin cambio climático, los científicos logran determinar si un evento meteorológico es más probable o severo actualmente.
Mediante modelos computacionales, los científicos pueden recrear eventos climáticos concretos, como simular un huracán menos potente en un océano hipotéticamente más frío. Tal recreación ayuda a entender cómo el calor añadido a los océanos por el calentamiento global intensifica estos ciclones.
Numerosos estudios han examinado el papel del calentamiento global en desastres naturales globales, como el aumento del riesgo de precipitaciones récord durante el huracán Harvey en 2017 y los devastadores incendios en Australia durante 2019 y 2020. En casos tangibles, científicos han señalado que algunos fenómenos simplemente habrían sido imposibles sin el calentamiento inducido por el hombre, como la ola de calor que arremetió en Siberia en 2020.
Para que estos estudios de atribución sean efectivos, es vital contar con datos climáticos a largo plazo y modelos que simulen de manera realista el clima de determinadas regiones. Las olas de calor, que cuentan con abundantes registros de temperatura y simulan bien en modelos computacionales, son más fáciles de relacionar con el cambio climático que fenómenos como las lluvias intensas, para las que los registros y simulaciones precisas son escasos.
Sin embargo, regiones del mundo, particularmente en África y Sudamérica, carecen de registros climáticos extensos y modelos locales específicos, lo que dificulta dichas evaluaciones. Además, otros fenómenos como los tornados, debido a su pequeña escala, y los incendios, que dependen de factores no meteorológicos, resultan difíciles de analizar en el contexto de modelos climáticos existentes.
El valor de esta línea de investigación no se limita a entender cómo el cambio climático ya está incidiendo sobre nuestras vidas diarias, sino que ofrece pistas cruciales sobre el tipo de clima para el que debemos prepararnos a medida que nuestro mundo continúa calentándose.