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martes 8 de de 2024

Controversia en Francia por toxinas en huevos y producción de hidrógeno verde

En la tranquila localidad de Villers-Saint-Paul, enclave del departamento de Oise en Francia, una sombra de preocupación se cierne sobre la comunidad local. Recientemente, las autoridades alertaron a los residentes sobre el riesgo de consumir los huevos producidos por sus propias gallinas. Las pruebas revelaron una presencia alarmante de PFAS, conocidos como “polluantes éternels”, que representan un potencial peligro para la salud humana.

Los PFAS son sustancias químicas perfluoroalquiladas o polifluoroalquiladas, ampliamente utilizadas por sus propiedades antiadherentes y repelentes al agua, pero a menudo temidas por su durabilidad extrema y sus efectos nocivos sobre la salud, incluyendo cánceres y problemas hepáticos, entre otros. En este contexto, la sospecha recae sobre la planta local de Chemours, un gigante de la industria química, que se ha visto en el epicentro de esta polémica debido a los PFAS que produce cerca de la comunidad.

Chemours, que ha emprendido un proyecto de ampliación industrial valorado en 186 millones de euros, ha incentivado estos hallazgos. No obstante, la empresa asegura estar comprometida con la seguridad local al proveer nuevos productos químicos esenciales para la producción de hidrógeno verde, clave dentro del marco europeo de descarbonización. Una ironía no pequeña considerando que la misma compañía fue quien llevó a cabo las pruebas que apuntaron a los riesgos de estos contaminantes.

A raíz de estos acontecimientos, el alcalde de Villers-Saint-Paul, Gérard Weyn, ha solicitado la intervención del Ministerio de la Transición Ecológica para despejar dudas sobre la inocuidad de las operaciones de Chemours, cuya expansión es vista con ambivalencia por los residentes y autoridades locales. Aunque las autoridades ambientales reconocen no tener evidencia concluyente que relacione directamente la contaminación con Chemours, los estándares piden más pruebas para validar conclusiones firmes.

La dualidad palpable entre el avance hacia la energía limpia y los inciertos efectos secundarios de tecnologías emergentes como los PFAS plantea un dilema global. “Tenemos ante nosotros dos retos medioambientales enormes, la descarbonización y el problema de los PFAS”, destacó Alexandre Ouizille, adjunto al alcalde, reflejando una tensión no resuelta en torno a la seguridad y sostenibilidad de las tecnologías usadas.

En contraste, las propuestas de la Unión Europea de restringir paulatinamente el empleo de PFAS han generado divisiones en el sector industrial. Estas regulaciones podrían, argumentan los industriales, ralentizar la transición hacia energías más limpias. Consciente del papel crucial que desempeña el hidrógeno en la reducción del impacto climático, el sector lucha por balances que permitan la innovación sin comprometer la seguridad.

Queda un camino largo por recorrer ya que las alternativas seguras a ciertas aplicaciones de PFAS son escasas y requieren más investigación. Especialmente en el caso de productos químicos como el Nafion, cuya eficacia es vital para los proyectos de hidrógeno. El tiempo que se ha dado para la transición es limitado, aunque estudios prometen que algunas de estas alternativas no solo podrían ser más seguras, sino también superiores en rendimiento.

En última instancia, Chemours ha comenzado con medidas concretas para mitigar su impacto ambiental, prometiendo una reducción significativa en las emisiones de productos químicos fluorados. La vigilante colaboración con grupos comunitarios y autoridades se presenta como clave en asegurar que las aspiraciones industriales y la salud pública coexistan en Villers-Saint-Paul.