En una noche sin luna, cuando los observadores del cosmos alzan la mirada, se encuentran con un espectáculo sutil: un cielo estrellado no tan oscuro como parece a simple vista. Aunque ausente de la luminosidad diurna, la noche aún resplandece débilmente, en parte por partículas que dispersan la luz del sol.
Este fenómeno, conocido como luz zodiacal, es el resultado de la interacción de la luz solar con el polvo interplanetario. A la vista humana, este tenue resplandor solo se percibe en los cielos más oscuros y despejados, lejos de la contaminación lumínica urbana.
Durante las horas de claridad, los átomos y moléculas del aire reflectan la luz solar, impregnando el firmamento de un tono azul. Sin embargo, al caer la noche, otro fenómeno entra en acción. El brillo nocturno, o airglow, es producido cuando el oxígeno y el nitrógeno, excitados por la luz ultravioleta diurna, liberan energía creando una suave luminosidad visible desde ciertos ángulos.
Los astrónomos, en su intento por desentrañar los secretos del cosmos, buscan cielos prístinos para sus observatorios. Lejos de las luces de la civilización, donde el cielo alcanza niveles de oscuridad extrema, pueden medir el brillo del cielo en mag/arcsec². En lugares apartados, esta cifra llega a 22 mag/arcsec², mientras que en el vacío espacial la cifra se reduce, permitiendo el avistamiento de los objetos celestiales más débiles.
Un caso relevante es el del telescopio espacial Hubble, cuya posición privilegiada en la órbita terrestre le concede la habilidad de avizorar los objetos más apagados. Esto se debe en parte al hecho de que el Hubble, aunque circundante de polvo estelar y detritos, goza de un entorno mucho más oscuro que cualquier lugar en la Tierra.
Aún más impactante es la misión de la sonda New Horizons. Tras su viaje más allá de Plutón, logró capturar imágenes de un universo increíblemente oscuro, con un fondo luminoso apenas de 27.42 mag/arcsec². Tal oscuridad revela un misterio: una luminescencia cósmica óptica de origen distante.
Este resplandor ínfimo se atribuye a galaxias lejanas, cuya luz débilmente fusionada se denomina fondo cósmico óptico. Se asemeja a otros fondos que abarcan el espectro electromagnético, como los estallidos gamma de estrellas masivas o agujeros negros voraces en cosmológicas distancias.
Estos descubrimientos nos enseñan que “oscuridad” es una cuestión de perspectiva. Lo que nuestros ojos perciben como un vacío oscuro, para un astrónomo, es un lienzo lleno de secretos cósmicos listos para ser revelados.