El reciente fenómeno de intensificación rápida de los huracanes Milton y Helene ha encendido las alarmas entre los expertos, quienes vinculan estas transformaciones a la influencia del cambio climático sobre las temperaturas del mar. En un lapso de apenas 20 horas, Milton evolucionó de una categoría 1 a una devastadora categoría 5, azotando el Océano Atlántico con vientos sostenidos de 290 kilómetros por hora. Este frenesí meteorológico se asocia con las inusualmente cálidas aguas del Golfo de México, que debido al calentamiento global, alimentan la furia de las tormentas tropicales, favoreciendo su transformación explosiva.
Según informes recientes, previstos por organizaciones como el World Weather Attribution y Climate Central, el aumento de las temperaturas en la superficie del Golfo ha sido fomentado hasta 400 a 800 veces más en las últimas semanas debido a la acción humana. Esto subraya la necesidad de una mayor vigilancia y mitigación con relación al impacto climático.
Hablando de Helene, su paso dejó un rastro devastador con lluvias que alcanzaron hasta 75 centímetros en partes de los Apalaches, causando pérdidas humanas y daños materiales. Este incremento del 10% en precipitaciones es otro eco del cambio climático, señala el informe de los científicos.
Con la catástrofe viniendo en forma de tormentas fortalecidas, el mensaje es claro: el cambio climático no es una amenaza futura; está presente desafiando nuestra infraestructura y resiliencia natural. Con los datos disponibles, se estima que las cálidas aguas que activaron esta venganza climática habrían sido entre 200 y 500 veces menos probables sin la intervención humana.
Orlando Gilford, un científico climático, advierte, “El cambio climático está aquí, es responsable de la magnitud de estos acontecimientos recientes. Esta es una llamada a la conciencia para reevaluar nuestra relación con el planeta y considerar cambios sustanciales en nuestras políticas energéticas.”
Las evidencias recogidas resaltan, una vez más, la necesidad imperiosa de abordar el calentamiento global como una prioridad actual, evaluando y tomando decisiones informadas que no solo mitiguen sus efectos, sino que también mejoren la infraestructura de respuesta ante eventos climáticos extremos.