La más intensa de las extinciones masivas en la Tierra ocurrió hace aproximadamente 252 millones de años, al final del Período Pérmico. Este devastador evento, conocido como “La Gran Mortandad”, arrasó con aproximadamente el 90% de las especies oceánicas y un 75% de las terrestres. Los investigadores creen que la causa principal fue un violento cambio en las condiciones climáticas, impulsado por incrementos abruptos en las concentraciones de gases de efecto invernadero.
La génesis de esta catástrofe está ligada a las colosales erupciones volcánicas en lo que hoy es Siberia, que elevaron considerablemente las temperaturas globales. Sin embargo, fue la sucesión de “mega El Niños”, descrita como oscilaciones dramáticas en el clima, la que exacerbó los efectos. Estos fenómenos climáticos extremos que se sucedieron durante casi una década provocaron sequías devastadoras, olas de calor, incendios forestales e inundaciones generalizadas.
Grandes áreas del planeta experimentaron temperaturas superiores a los 40°C durante largos periodos, lo que resultó catastrófico para los ecosistemas, tanto marinos como terrestres. Los investigadores, al reconstruir patrones climáticos antiguos mediante modelos informatizados y análisis de fósiles, han descubierto que la elevación del dióxido de carbono de 410 a 860 partes por millón fue un preludio de esta catástrofe ambiental masiva.
La grave reducción de los bosques, que dejaban de absorber los gases de efecto invernadero, contribuyó a un ciclo autoperpetuante de cambio climático extremo. Enormes porciones del globo oscilaban entre el calor abrasador y las lluvias inundadoras, ubicando a especies y ecologías enteras frente a retos insuperables.
Con el colapso de la biodiversidad, una de las preguntas que permanece es cómo ciertos períodos antiguos pudieron soportar telúricas condiciones climáticas mientras otros sucumbieron. Una nueva perspectiva sugerida por este estudio es investigar los registros fósiles anuales como estalagmitas y anillos de árboles, que podrían contener rastros de estos extremos climáticos prolongados.
Aunque el panorama es alarmante, esta investigación también señala maneras de identificar huellas de estos complejos y fluctuantes episodios climáticos en los registros fósiles. Con ello, los científicos esperan mejorar nuestra comprensión de por qué algunas épocas son más vulnerables que otras a las extinciones masivas provocadas por el cambio climático.