El panorama en Zenica, Bosnia, es desolador ante la intensa contaminación emanada por una planta siderúrgica de ArcelorMittal. Esta colosal fábrica no sólo es el motor económico de la región, sino también la fuente de graves problemas de salud para sus habitantes. Un niño sufre de problemas respiratorios crónicos y, como comenta su padre, “no podemos beber café en el jardín porque se llena de polvo negro al instante”. Este escenario es compartido por Alma, quien reside en Tetovo; según relata, “dentro de un radio de 300 metros de mi casa, todos tienen cáncer”. Alma fue diagnosticada de cáncer de estómago en 2021.
El culpable señalado es claro: la planta de ArcelorMittal, cuyas emisiones se disparan especialmente durante la noche, cuando es más difícil controlarlas. Según el Eko Forum, la situación parece sombría. Este grupo ambiental local ha llevado a la empresa ante los tribunales por incumplir las normas ambientales de Bosnia.
Mirsad Selimović, ex empleado de la planta, ha luchado contra el cáncer de laringe durante 15 años y no es el único. Izet Barcic, tras cuatro operaciones y un pulmón menos, atribuye su enfermedad a la planta termoeléctrica cercana: “Este lugar nos está matando a todos, y espero poder dejarlo algún día”.
Un problema sistémico: una investigación del Centro para la Ecología y Energía halló una asociación estadística significativa entre los metales pesados dispersos y efectos negativos en la salud a largo plazo. Este no es un problema aislado: Bosnia ocupa el quinto lugar en muertes por contaminación del aire a nivel mundial.
A pesar de las severidades vividas, la esperanza de un futuro mejor persiste. Los habitantes de ciudades industriales como Zenica, Tuzla y Banovići miran hacia la potencial adhesión de Bosnia a la Unión Europea como un camino hacia sanear su enrarecido ambiente. Mientras tanto, la lucha por un aire más limpio continúa en el corazón de los Balcanes.
Un recordatorio se cierne en la aldea de Bašići, donde las vibraciones de una mina cercana provocan grietas en las casas. Aunque algunos han perdido la confianza y buscan irse, muchos siguen luchando con cada respiración contra este legado de carbón que parece inextinguible.