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martes 24 de de 2024

El Retiro de Talidomida: Un Hito en la Historia Farmacéutica

La historia de talidomida en la década de 1960 resuena con las preguntas sobre los controles farmacéuticos y la seguridad de los pacientes. En esos años, un sedante llamado Contergan, conocido en EE.UU. como Kevadon, se proponía como un medicamento increíblemente seguro. Sin embargo, un coro de preocupaciones emergió tanto de Europa como de otros rincones del mundo, poniendo en tela de juicio la supuesta seguridad del medicamento.

Una voz crítica en esta controversia fue Frances Oldham Kelsey, una médica farmacéutica que desempeñaba el papel de examinadora médica en la Administración de Medicamentos y Alimentos de los Estados Unidos (FDA). Kelsey, escéptica ante la falta de datos convincentes que acompañaran la solicitud de aprobación de Kevadon, insistió en detener el lanzamiento hasta obtener información adicional sobre su seguridad. Su firmeza ayudó a prevenir mayores tragedias en Estados Unidos, donde algunas dosis del medicamento ya estaban en circulación.

De manera alarmante, en Europa comenzaron a surgir informes de malformaciones congénitas relacionadas con Contergan. En Alemania, un misterio médico comenzó a emerger. Las noticias sobre un aumento en el nacimiento de bebés con extremidades acortadas, una condición llamada focomelia, empezaron a propagarse, y surgieron sospechas de que talidomida era la culpable.

Esta sospecha se intensificó con investigaciones paralelas. En Alemania, el pediatra Widukind Lenz y el jurista Karl Schulte-Hillen comenzaron a identificar patrones de defectos congénitos en miles de bebés, mientras otro médico al sur, y más médicos atribuían estas anomalías a un agente tóxico no identificado. A pesar de la desesperada búsqueda de respuestas, no se hizo la conexión inmediata con talidomida, ya que los efectos secundarios del medicamento eran inesperadamente graves y estaban diseminados.

En Australia, el obstetra William McBride también empezó a atar cabos sobre la talidomida, alertando a la empresa suministradora sin obtener respuesta. En ambos casos, la toma de consciencia de una catástrofe que involucraba a talidomida estaba en marcha, revelándose, devastadoramente, tarde para muchas familias afectadas.

Los informes desestimados y el retraso en la acción de Chemie Grünenthal y sus asociados señalaron una grave negligencia en la regulación farmacéutica de la época. Eventualmente, las voces de alarma llevaron a retiradas internacionales, pero no sin haber dejado un rastro imborrable de víctimas.

La labor de figuras como Kelsey fue crucial, defendiendo la necesidad de exigencias estrictas en la evaluación de nuevos fármacos, algo que es ya una práctica estándar en la actualidad. Este episodio evidencia la urgente necesidad de vigilancia regulatoria en el desarrollo de medicamentos, protegiendo proactivamente la seguridad pública.