La furia de la naturaleza ha vuelto a mostrar su cara más temible con el paso del huracán Helene, que arrasó desde la costa del Golfo de Florida hasta las montañas de los Apalaches el pasado septiembre. Esta tormenta, que ha sido catalogada ya como una de las más destructivas en la historia reciente de Estados Unidos, sirvió como una contundente advertencia sobre los peligros cada vez mayores impulsados por el cambio climático.
Asheville, en Carolina del Norte, se convirtió en el epicentro de una devastación sin precedentes, con inundaciones que superaron cualquier evento previo registrado en la región, conocido hasta entonces como un refugio climático. Los efectos del huracán se sintieron con fuerza en varios estados, dejando a su paso un rastro de destrucción que afectó a más de cinco estados y dejando a millones de personas sin electricidad. Hasta el momento, se han reportado más de 60 fallecimientos derivados de esta tormenta apocalíptica.
Desde la costa del golfo en Florida, la tormenta avanzó con furia tierra adentro, aumentando su intensidad tras cruzar las cálidas aguas del Golfo de México. En su camino, Helene dejó una estela de lluvias récord en Georgia y las Carolinas, provocando advertencias de emergencia por inundaciones en ciudades como Atlanta, que experimentó un fenómeno sin precedentes: 11 pulgadas de lluvia acumuladas en un corto lapso.
La infraestructura eléctrica sufrió un duro golpe, contando con 2.2 millones de hogares y empresas todavía sin electricidad días después del paso del huracán. Las áreas más afectadas comprendieron Georgia y Carolina del Sur con 1.4 millones de cortes de suministro, mientras que Florida registró un total de 150,000 fallos de luz.
La respuesta gubernamental no se hizo esperar, el presidente Joe Biden declaró zonas de desastre importantes varias áreas del sureste de los Estados Unidos, incluyendo porciones de Florida y Carolina del Norte. Esta declaración busca abrir la puerta a ayudas de emergencia para cerca de tres millones de residencias afectadas, quienes podrán recibir asistencia para reparaciones de sus hogares y otros costos derivados del impacto del huracán.
Las proyecciones de daños económicos oscilan entre los 20,00 € mil y 34,00 € mil millones según Moody’s Analytics, mientras AccuWeather estima el daño a propiedades entre 95,00 € mil y 110,00 € mil millones. De confirmarse estas cifras, Helene se situaría como la quinta catástrofe más costosa desde 1980 en Estados Unidos.
El devastador paso del huracán Helene no solo provocó pérdidas humanas y materiales, sino también destacó una cruda realidad: la falta de seguros contra inundaciones. La mayoría de las viviendas en las regiones más afectadas de Carolina del Norte no cuentan con cobertura de FEMA, lo que añade un obstáculo adicional en la ardua tarea de reconstrucción que tienen por delante.
Aunque aún se desconoce el total de los daños, las comunidades afectadas deberán afrontar un largo y tortuoso camino hacia la recuperación. La tormenta subraya la urgencia de adoptar medidas de resiliencia ante los fenómenos climáticos extremos, que parecen no cesar en su incremento de frecuencia e intensidad.