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miércoles 2 de de 2024

La Ciencia Detrás del Boom del Pickleball en EE.UU.

El pickleball, un deporte que ha capturado la imaginación de millones de estadounidenses, descansa sobre un fundamento científico fascinante. Durante los últimos cuatro años, su popularidad ha crecido exponencialmente, y ahora más de 13.6 millones de personas en Estados Unidos participan de este deporte. Actualmente, no es extraño encontrar nuevas canchas en ciudades, escuelas y clubes deportivos en todo el país.

Al inicio, podríamos pensar que el pickleball es una especie de tenis en miniatura, pero este juego ofrece mucho más. La pelota de pickleball, aunque parecida a una de tenis por su tamaño, presenta unas características singulares. Fabricada de plástico duro con pequeños agujeros, proporciona al juego una dinámica única. Cuando los jugadores, ubicados a tan solo 14 pies de distancia, se enfrentan con un juego rápido, se produce una situación que pone a prueba los reflejos más agudos, ya que el cerebro humano apenas puede reaccionar en los 0.2 segundos que tarda la pelota en llegar.

Ahora, quizás el aspecto más notable del juego es el característico sonido “pop” que el marcador produce al impactar la pelota. Este distintivo ruido puede incluso ser percibido desde una cuadra de distancia en un vecindario en silencio. Lo interesante es que no es precisamente la pelota la que genera este estruendo, sino la vibración de una pala con una capa de superficie dura que actúa como un tambor.

Por otro lado, cuando un jugador lanza una pelota en lob, lo hace con un ángulo pronunciado y efecto de topspin, alcanzando casi 20 pies de altura. Esto crea un vuelo prolongado que dura unos cuatro segundos antes de bajar casi verticalmente hacia el extremo opuesto de la cancha.

Sin embargo, aquí no se detiene la ciencia del pickleball. Los jugadores han registrado servicios que alcanzan velocidades de hasta 65 mph, aunque la clave para controlar tal velocidad reside en aplicar un intenso topspin, de alrededor de 1,200 revoluciones por minuto.

La preocupación por el ruido del juego ha llevado a algunas empresas a desarrollar “palas silenciosas”. Estas nuevas variantes incorporan materiales ligeramente espumosos que absorben algunas de las vibraciones, aunque queda por ver si los jugadores apreciarán su impacto en el control y la potencia del juego.

Es claro que, bajo la aparente simplicidad del pickleball, subyace un entramado de física compleja que los jugadores como Phil Hipol —bautizado cariñosamente como “Profesor Pickleball”— han empezado a descifrar. En su blog “Pickleball Science”, comparte experimentos y análisis que ahondan en cada uno de estos fenómenos.

El fenómeno del pickleball no solo radica en el juego mismo, sino en cómo ha logrado unir ciencia, deporte y comunidad de una manera que pocos esperaban. El avance en el estudio de sus mecánicas no solo enriquece la manera en la que jugamos, sino también nuestra comprensión del entorno físico que nos rodea.