El futuro de la energía nuclear en el Reino Unido parece incierto a medida que el país se enfrenta al cierre de todas sus plantas nucleares, salvo una, en los próximos años. Desde los años cincuenta, la capacidad nuclear del Reino Unido progresó significativamente, llegando a generar más de una cuarta parte de la electricidad del país en la década de los noventa. Sin embargo, se espera que para el 2028 solo quede una planta operativa, Sizewell B, que cerrará para mantenimiento en 2029, dejando al país sin energía nuclear por primera vez en siete décadas.
Desde diferentes frentes políticos, se acusan mutuamente de la caída del sector nuclear. Históricamente, se apunta a decisiones tomadas en el pasado por diferentes gobiernos, desde Margaret Thatcher y John Major hasta Tony Blair y David Cameron, pasando por los efectos de la política de “dash for gas” en los años noventa, cuando el Reino Unido optó por depender más del gas, provocando una bajada en la inversión en energía nuclear.
El declive del sector nuclear se ha acelerado debido a la dependencia de la infraestructura del Reino Unido en el grupo energético estatal francés EDF, que actualmente posee la mayoría de las plantas nucleares restantes del país. Todas las plantas, menos una, están cerca de cerrar, y se planea cerrar otras cuatro en los próximos cinco años. Aunque EDF está construyendo una nueva planta, Hinkley Point C, ha habido retrasos significativos y sobrecostos abrumadores, elevando el coste estimado de 18.000 millones de libras a 46.000 mil millones para el 2031, la fecha proyectada para su apertura, seis años más tarde de lo planeado.
A pesar de estos preocupantes avances, la U.K. ha comprometido más de 8.000 millones de libras en el nuevo proyecto de Sizewell C, pero hasta ahora no ha conseguido atraer inversores privados. Mientras algunos culpan a la dependencia del capital y las decisiones empresariales francesas, otros piden al gobierno británico que tome decisiones claras y decisivas sobre su estrategia nuclear a futuro y se deshaga de la “tardanza y el titubeo” en sus planes de nuevas construcciones nucleares.
Todavía hoy, el 15% de la energía británica proviene de la ya menguante capacidad nuclear, lo que pone en entredicho que el país pueda cumplir con sus objetivos de descarbonización y clima establecidos. Sin embargo, la construcción prevista de Hinkley Point C podría aportar miles de puestos de trabajo y un impulso a la industria británica si se logra concretar. En definitiva, el destino de la energía nuclear en el Reino Unido parece estar en manos de decisiones políticas, disputas legales y la capacidad de asegurar inversiones pioneras.
A modo de conclusión, la energía nuclear, a pesar de sus dificultades y desafíos históricos, sigue siendo una pieza clave en la búsqueda del Reino Unido por un futuro energético seguro y limpio. No obstante, la superación del enfoque a corto plazo y la toma de decisiones proactivas desde el gobierno y la industria son vitales para devolverle a la energía nuclear su prominente lugar en la matriz energética británica.