Un nuevo estudio ha arrojado luz sobre la vinculación genética entre la misofonía y ciertos desórdenes psiquiátricos. Según investigaciones lideradas por el psiquiatra Dirk Smit, de la Universidad de Ámsterdam, y sus colegas, la misofonía comparte genes con trastornos como la ansiedad, la depresión y el trastorno de estrés postraumático (PTSD). La información fue analizada a partir de bases de datos como el Psychiatric Genomics Consortium, el UK Biobank y 23andMe. Este hallazgo sugiere un posible sistema neurobiológico común que conecta estas condiciones entre sí.
Personas con tinnitus, una condición que provoca un zumbido persistente en los oídos, a menudo presentan síntomas psicológicos de ansiedad y depresión, dibujando otro puente entre estas condiciones y la misofonía. Sin embargo, un aspecto inesperado del estudio fue que individuos con Trastorno del Espectro Autista (ASD), a pesar de su sensibilidad a los ruidos, son menos propensos a experimentar misofonía. Esto sugiere que tanto el ASD como la misofonía podrían ser relativamente independientes en términos de variación genómica.
A pesar de que el análisis genético refuerza la conexión entre estas condiciones, los investigadores hacen hincapié en que la misofonía no fue diagnosticada clínicamente en los participantes del estudio, sino que fue autoidentificada, lo cual podría influir en los resultados. De este modo, realzan la necesidad de efectuar más investigaciones para desentrañar el mecanismo biológico exacto detrás de la misofonía.
Este estudio no solo amplifica nuestra comprensión de la misofonía sino que también invita a considerar métodos de tratamiento ya utilizados para el PTSD al abordar esta peculiar sensibilidad sonora. Algunos afectos por la misofonía internalizan sus emociones, asocian sonidos desencadenantes con sentimientos de culpa e irritación, más que con las expresiones mismas de conductas iracundas. Esto abre una avenida para estudiar la personalidad como un factor influenciador en la misofonía, observando rasgos como la preocupación y el neuroticismo.
El correlato genético entre la misofonía, la ansiedad y la depresión sugiere que estos trastornos podrían compartir bases neurobiológicas similares. Aunque se han hallado pistas significativas, el camino para descubrir los mecanismos completos de estas relaciones apenas ha comenzado. El avance científico en este campo puede arrojar esperanza a quienes sufren en silencio de esta aún poco comprendida dolencia. Este trabajo, publicado en “Frontiers in Neuroscience”, marca tan solo el principio de un enfoque más informado y esperanzador hacia el tratamiento de la misofonía.