Stanley Milgram revolucionó el ámbito de la psicología hace cincuenta años con sus famosos “experimentos de electrochoque”. En estos, los participantes, llamados “maestros”, administraban descargas eléctricas supuestamente reales a “estudiantes” que fingían dolor. Aunque dichos choques no eran auténticos, los sujetos del experimento generalmente desconocían este hecho. Según los resultados, dos tercios de los “maestros” llegaron al nivel más alto de descarga aunque los “estudiantes” parecían experimentar dolor extremo, incluso al punto de fingir pérdida de consciencia debido a problemas cardíacos.
La inquietante disposición de los participantes a seguir órdenes sin cuestionar sus consecuencias morales fue una de las grandes lecciones de Milgram. A pesar de las reacciones negativas del público y las críticas sobre la ética del estudio, las bases de la obediencia a la autoridad quedaron establecidas. En un análisis crítico reciente, se reafirmó que los participantes no solo creían en la veracidad del experimento, sino que también experimentaron ansiedad y malestar al infligir lo que pensaban eran daños reales. Videos históricos demuestran el malestar genuino de los “maestros”, evidenciando que su creencia en el carácter auténtico de la situación era altísima.
Otros replicaciones de esta experimentación a lo largo de los años han confirmado consistentemente las conclusiones de Milgram, incluso en escenarios alternativos como concursos televisivos o entrevistas de trabajo simuladas donde los participantes seguían ordenes perturbadoras. Estos hallazgos subrayan cómo la sumisión a figuras de autoridad permanece sólida a través de distintas situaciones, sean o no percibidas como reales.
Cabe destacar que los resultados de Milgram han alimentado teorías sobre la “desengarza moral”, un fenómeno que permite a los individuos desplazar la responsabilidad de actos inmorales citando su obediencia como escudo moral. Así, culpabilizar a las víctimas, desplazarse la responsabilidad hacia quien emite las órdenes, o el “seguimiento ciego” son comportamientos desgraciadamente comunes.
No obstante, hay indicios de esperanza. Algunos participantes, cuando tenían el libre albedrío para elegir el nivel de descarga por su cuenta, rara vez optaron por el nivel más alto y, en presencia de otros colegas “rebeldes”, también se inclinaban a pesar las órdenes. Promover asociaciones colectivas contra influencias autoritarias puede ser un puente hacia un comportamiento más moral.
Milgram subraya un hecho trágico y vigente: la selección de líderes éticos es crucial para el bienestar de las masas. Comprender este fenómeno sigue siendo tan relevante hoy frente a tendencias autoritarias globales como lo fue cuando se realizó por primera vez el experimento.