En un escenario global donde la carrera por las energías renovables se intensifica, la propiedad del viento está en juego. Desde Inglaterra, Emilia Groupp, con un trasfondo como interna en una compañía energética, destaca cómo sus colegas preferían no tener en cuenta el viento que cruzaba las fronteras británicas, reflejando así una creciente tendencia a politizar este recurso. En su reciente publicación en Environment and Planning D: Society and Space, acuñó el término “ventografía” para describir este fenómeno.
El viento, una fuerza históricamente considerada inatrapable e indivisible, ahora figura en los mapas energéticos de muchas naciones como un recurso del que se puede apoderar. Groupp señala un paralelismo con los antiguos métodos de asegurar el control de recursos como el petróleo, donde las naciones expandieron sus reclamos territoriales hacia el subsuelo. Ahora, la misma mirada se eleva hacia el cielo.
¿Puede el viento realmente ser propiedad de alguien? La respuesta se complejiza con el concepto de “robo de viento”. Este fenómeno ocurre cuando una nación erige turbinas a barlovento de una planta existente, resultando en una disminución de la velocidad del viento para las turbinas más antiguas y reduciendo su generación de energía. Este conflicto se ha traducido en la elaboración de costosos mapas de viento, utilizando datos satelitales para rastrear meticulosamente las corrientes de aire.
Groupp destaca el caso de países como Grecia y Turquía, que han creado mapas rivales, al igual que varias naciones en torno al Mar de China Meridional. El fenómeno no es exclusivo del viento; Groupp también investiga la posible politización de la energía solar, aunque aún no ha etiquetado este fenómeno.
Finalmente, esta creciente lucha por el control de los recursos eólicos refleja un cambio en cómo se visualiza el territorio y sus límites. La visión de un Estado-nación con reclamos sobre la verticalidad, desde las profundidades del suelo hasta el cielo, redefine cómo concebimos los recursos naturales y su propiedad en un mundo cada vez más interconectado y competitivo.