Long COVID: La Amenaza Oculta para los Niños que no Podemos Ignorar
El impacto del síndrome post-COVID, o long COVID, está saliendo a la luz como una preocupante realidad para los niños en los Estados Unidos. Aunque se ha difundido ampliamente la idea de que los pequeños tienen un riesgo mínimo frente al virus, nuevos hallazgos sugieren lo contrario. Datos recientes del Journal of the American Medical Association (JAMA) revelan que entre el 10% y el 20% de los niños que contrajeron COVID-19 podrían desarrollar síntomas de larga duración. Esto implica que hasta 5.8 millones de niños en el país ya podrían estar afectados, y el continuo riesgo de reinfección solo exacerba el problema.
Los síntomas de long COVID en niños van más allá de los problemas físicos, como dolores de espalda, cuello y cabeza; también afectan el comportamiento y la cognición. Por ejemplo, dificultades en la concentración y en la memoria son comunes entre los menores de 6 a 11 años, mientras que adolescentes de 12 a 17 años han reportado una pérdida del olfato o del gusto. Estos síntomas abarcan casi todos los sistemas orgánicos y reflejan un daño fisiológico real, que incluye perjuicios cardiovasculares y neurológicos. Algunos estudios han establecido una posible conexión entre el COVID-19 y la aparición de diabetes pediátrica.
El impacto psicológico y la dificultad para regular emociones son otro motivo de preocupación, exacerbados, quizás, por las persistentes ideas erróneas que minimizan el efecto del virus en este grupo. De hecho, algunos investigadores han subrayado cómo ciertos estudios, como los financiados por la Fundación Bezos, han dado publicidad a suposiciones no comprobadas, aumentando la confusión entre padres y educadores.
La comunidad médica llama a la acción: vacunar a los niños, mantener a los pequeños enfermos en casa mediante mejoras legislativas y normalizar el uso de mascarillas respiratorias son solo algunas de las recomendaciones. Además, el rediseño de la calidad del aire interior de las escuelas podría ser clave para reducir la exposición al virus. Las medidas preventivas no solo son factibles económicamente, sino que tienen potencial de brindar significativos beneficios sociales y económicos a largo plazo.
En conclusión, mientras que la pandemia ha indudablemente alterado la vida de niños y adultos por igual, los datos sobre long COVID obligan a replantearnos nuestro enfoque. Proteger la salud y el bienestar de nuestros jóvenes es primordial, y las acciones que tomemos hoy podrían prevenir sufrimientos futuros que se revelen mucho más costosos.