Un reciente estudio publicado en la renombrada revista Nature Human Behaviour revela que la capacidad del ser humano para diferenciar olores es mucho más aguda de lo que se pensaba anteriormente, siendo capaz de percibir sutiles cambios de aroma en tan solo 60 milisegundos. Esta sorprendente habilidad equivale al tiempo que emplea el cerebro para reconocer variaciones en el color, poniendo a nuestro sentido del olfato a la par en rapidez con la percepción visual.
Dicha investigación utilizó un innovador dispositivo desarrollado por el equipo liderado por Wen Zhou, psicóloga de la Academia China de Ciencias en Beijing, que emplea variaciones en la presión nasal para controlar con precisión la liberación de distintos olores. Este dispositivo permite que diferentes esencias sean liberadas en secuencias separadas por meras fracciones de un segundo y, sorprendentemente, los participantes lograron identificar la secuencia de los olores con una precisión superior al azar.
Más de 200 voluntarios participaron en este fascinante experimento de olfato en el cual fueron expuestos a pares de olores que iban desde manzanas y flores hasta cebollas y limón. La capacidad de los participantes para discernir los breves lapsos entre la llegada de ambas esencias desafía la anterior creencia de que cada inhalación era una “toma de larga exposición” de nuestro entorno químico.
El descubrimiento tiene implicaciones profundas para entender cómo el cerebro procesa información temporal no solo dentro de un solo sorbo de aire, sino también cómo se manejan múltiples “sniffs” consecutivos. A medida que se amplía la investigación, Zhou y su equipo esperan descifrar cómo se encajan estas pequeñas ráfagas de tiempo en el vasto espectro de aromas que nuestro olfato puede captar, estimados en más de un billón de olores.
Esta capacidad diferente del controlador de olores tiene un matiz clarificador para nuestras interacciones cotidianas y potencialmente abre vías para explorar tratamientos en personas con deterioro olfativo.
En conclusión, este estudio no sólo cambia nuestra comprensión del proceso olfativo humano, sino también sobre la velocidad y precisión asombrosas con las que nuestro cerebro puede procesar el incesante flujo de información que le llega a través del aire que respiramos.