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viernes 20 de de 2024

Proliferación de fiebre del valle post-sequía pone en alerta a California

Una reciente investigación arroja preocupantes resultados para quienes viven en áreas propensas a la fiebre del valle en California. Según el estudio publicado en el Lancet Regional Health, esta enfermedad, ocasionada por los hongos Coccidioides, suele aumentar sus casos en los años posteriores al final de una sequía. Este fenómeno no es una simple coincidencia. Durante los períodos secos, la población de hongos puede disminuir, pero al regresar las lluvias, la competencia se reduce y los hongos restantes proliferan.

La fiebre del valle se transmite a través de esporas que se elevan con el polvo en el aire. Para la mayoría, el contagio no implica síntomas serios, pero para algunos, puede causar problemas respiratorios duraderos o incluso afectar otras partes del cuerpo.

El análisis comprendió datos climáticos y casos de fiebre del valle entre 2011 y 2021, revelando una tendencia a picos entre septiembre y noviembre, marcando el final de la estación seca californiana. Inescrutables ratones, posiblemente portadores del hongo, podrían perecer durante las sequías, proporcionando nutrientes a los hongos supervivientes a través de sus cuerpos en descomposición.

Las mismas condiciones no afectan de igual manera a otros estados, como Arizona, señalado como el foco principal de la fiebre del valle en Estados Unidos. No obstante, Justin Remais, experto en salud ambiental de la Universidad de California, Berkeley, advierte sobre la importancia de comprender cómo estos patógenos están adaptándose a entornos cambiantes, especialmente frente al agravamiento de las sequías y el incremento de lluvias intensas debido al cambio climático.

Las autoridades sanitarias podrían beneficiarse al anticipar la temporada de fiebre del valle, permitiendo una mejor preparación y respuesta tanto en advertencias públicas como en atención médica. Esta capacidad predictiva podría ser crucial en mitigar futuros brotes relacionados con las inclemencias climáticas cada vez más extremas.

Por ende, se concluye que, además de la preocupación regular por los patrones climáticos cambiantes, hay una necesidad urgente de investigar más sobre cómo estas enfermedades responden a los caprichos del clima, para proteger a las generaciones futuras.