Una nueva generación de tratamientos está revolucionando el abordaje de las adicciones, enfocándose en el trauma subyacente que frecuentemente coexiste con estos trastornos. Estudios recientes han demostrado que las experiencias adversas en la infancia juegan un papel crítico en el desarrollo de adicciones a sustancias. Una revisión de 2021 destaca que más del 40% de personas con adicción a opioides relacionaron su trastorno con algún tipo de abuso o negligencia infantil. La prevalencia de estas experiencias traumáticas es notablemente alta entre aquellos diagnosticados con trastorno de estrés postraumático (TEPT), un padecimiento que afecta a un tercio de quienes reciben tratamiento por adicciones.
La doctora Teresa Lopez-Castro, investigadora en la City College de Nueva York, describe cómo los síntomas de TEPT y trastornos por uso de sustancias a menudo se reducen simultáneamente, sugiriendo que el trauma es un catalizador primordial en el uso de sustancias. El tratamiento “COPE”, una terapia que aborda TEPT y el abuso de sustancias mediante exposición prolongada, ha mostrado ser eficaz en varios ensayos clínicos. Esta técnica, junto a la administración de oxitocina, una hormona vinculada a los vínculos sociales, ofrece un prometedor enfoque combinando elementos psicoterapéuticos y farmacológicos para el tratamiento dual.
Investigaciones han evidenciado que el cerebro de personas con experiencias traumáticas altera el sistema de recompensa y el de estrés, promoviendo una búsqueda intensa y constante de alivio inmediato. Este patrón cerebral influido por traumas infantiles hace que algunas personas sean particularmente vulnerables frente a sustancias que modulan sistemas neuropáticos específicos como la dopamina y endorfinas, responsables de sensaciones de placer y seguridad.
Entre estos hallazgos, destaca un estudio sueco que reveló cómo una sola experiencia traumática puede incrementar significativamente el riesgo de desarrollar trastornos por uso de sustancias. Cambios en estructuras cerebrales como la amígdala y la corteza prefrontal, debidos al estrés crónico, determinan respuestas impulsivas y una incapacidad para gestionar adecuadamente el estrés.
El enfoque en terapias informadas por el trauma permite evitar errores del tratamiento tradicional, como el “amor duro” o la coerción, que pueden exacerbar el trauma preexistente. En su lugar, estas terapias enseñan a manejar recuerdos estresantes y a modular reacciones emocionales mediante una estrategia narrativa y de exposición controlada, proporcionando seguridad y un sentido de autogestión.
En la actualidad, otros enfoques terapéuticos emergen, incluyendo el uso de sustancias psicodélicas como el MDMA, que ha demostrado aumentar la plasticidad cerebral y promover conexiones sociales positivas, factores cruciales en la recuperación de TEPT y adicciones. Aunque todavía en fase de evaluación por entidades regulatorias, su potencial como “medicamentos innovadores” sugiere que podrían representar un cambio de paradigma en los tratamientos de adicciones y trastornos de estrés.
En conclusión, los avances en tratamientos que integran el trauma con adicciones abren un nuevo horizonte en la salud mental. La necesidad de redireccionar prácticas terapéuticas hacia enfoques más compasivos y personalizados es evidente, garantizando que los programas de tratamiento consideren y aborden el trauma de manera efectiva y segura, promoviendo la recuperación integral del individuo.