Las Sundew, un tipo de plantas carnívoras, tienen una nueva aliada en su dieta de insectos: el hongo Acrodontium crateriforme. Este huésped microscópico se ha convertido en un auténtico chef en miniatura que les ayuda a digerir sus presas a un ritmo acelerado. Estas plantas, conocidas por sus hojas en forma de tentáculos que atrapan con mucílago a sus desafortunadas víctimas, han demostrado que al unirse con el hongo, la digestión se lleva a cabo de manera más eficiente.
Estudios recientes, como los publicados en la revista “Nature Microbiology”, han confirmado que el Acrodontium crateriforme juega un papel vital en el proceso digestivo de estas plantas. El hongo no solo genera un ambiente más ácido, lo que favorece la acción de las enzimas digestivas, sino que también produce sus propias enzimas que ayudan en la descomposición de los cuerpos de insectos como moscas y hormigas.
Las investigaciones llevadas a cabo por un equipo de científicos de Academia Sinica en Taipei arrojan que el hongo compone aproximadamente el 40% del material genético microbiano hallado en el mucílago de las sundew. Los experimentos, en los que se mimetizaban los procesos de captura mediante el uso de hormigas en polvo, mostraron que las plantas inoculadas con el hongo redujeron en casi un 20% el tiempo de digestión comparado con aquellas sin la presencia del microbio.
El descubrimiento de esta intrincada relación no termina aquí. El hongo también ha sido hallado viviendo en otras especies carnívoras como en las Drosera rotundifolia y las Sarracenia purpurea, extendiéndose su presencia a lo largo de tres continentes. Esta extensión geográfica sugiere que esta asociación hongo-planta podría ser una estrategia evolutiva más generalizada y antigua de lo que se pensaba inicialmente.
Lo que alguna vez pudo parecer un accidente biológico, ahora se percibe como una unión estratégica y cooperativa, una alianza hecha en el cielo de los cazadores de insectos. Este hallazgo no solo revoluciona nuestra percepción de las plantas carnívoras y sus complejas relaciones ecológicas, sino que también abre nuevas vías para explorar el rol que los microorganismos pueden jugar en la longevidad y efectividad de las plantas en sus respectivos ecosistemas.