En un rincón del mundo donde la naturaleza y los intereses financieros lidian una lucha constante, la situación en la península de Afungi, al norte de Mozambique, refleja una amalgama de terror y ambición económica. Lo que podría haberse presentado como el desarrollo del más grandioso proyecto gasista africano nunca antes visto, valuado en 50 mil millones de dólares, quedó reducido a un campo minado por el horror.
En el epicentro de los trágicos eventos se encontraba una serie de contenedores de acero, casi invisibles ante el desarrollo prometido por TotalEnergies; sin embargo, para los habitantes de Afungi, estos resultaron ser la lúgubre antesala de interminables tragedias, una vez que los soldados mozambiqueños, en una grotesca mezcla de desconfianza y temeridad, decidieron utilizarlos como celdas improvisadas. Con el pretexto de contener a 180 hombres sospechosos de insurgir junto a las fuerzas islamistas, la crueldad no se hizo esperar. Capturados, privados de sustento y expuestos al calor agotador, los prisioneros sucumbieron a los apremios de lo inhumano.
En un contexto donde la destrucción de hogares y tierras es tan común como el flujo de capital extranjero, la masacre en Afungi dejó un lastre que desafía cualquier explicación razonable. Durante tres meses de indignidad acumulada, los prisioneros fueron sometidos a un tormento inanerrable dentro de los contenedores sin ventana, donde los golpes y la tortura eran la norma cotidiana. Muchos hombres jamás volvieron con sus familias; un macabro “corte de madera”, como lo llamaban los soldados, anunciaba el destino de ejécuciones, sumiendo a la comunidad en un mutismo forzado por el miedo a las represalias.
Mientras TotalEnergies insistía en su inocente ignorancia de los eventos, los hechos narrativos cobrán constancia en declaraciones de los pocos supervivientes y testigos que, desde la imborrable memoria del dolor, relatan el impacto inextinguible en sus vidas.
Al final del terrible verano de 2021, las tropas rwandesas lograron rescatar a los pocos supervivientes. Las cicatrices del trauma se suman al inalterable paisaje, recordando a todos los rincones de esta malograda región que la riqueza natural no siempre conlleva la prosperidad prometida; más bien parece traer una cuenta eterna de penas y lamentos.
La ambición de TotalEnergies, bajo la batuta de Patrick Pouyanné, de convertir este conflictivo terreno en un emblema del gas natural para el mundo, ahora se enfrenta a crecientes demandas legales y al escrutinio internacional que cuestiona no solo la responsabilidad directa sino la complicidad inherente en estos lamentables eventos. Todo sumado a los retos comerciales que cuestionan el futuro fiscal y moral de la operación.
La historia de Maria, Mwamba, Assumane y incontables otros que sufrieron la fuerza brutal del ejército demostrando que, en Afungi, la guerra no es solo contra insurgentes; es una lucha por el reconocimiento de la inhumana e interrumpida tranquilidad de su tierra, un doloroso recuerdo de la riqueza que yace inasible como la propia esperanza.