En la última década, el mundo ha presenciado una peligrosa tendencia: el auge de una nueva generación de autócratas que, astutamente, utilizan las instituciones democráticas para consolidar su poder. A diferencia de los tradicionales golpes de estado, estas figuras políticas logran erosionar la democracia desde adentro mediante tácticas de engaño y manipulación. Datos recientes indican que de los 104 países clasificados como democráticos, 37 han experimentado un notable retroceso en aspectos críticos como elecciones libres y abiertas, derechos fundamentales, y el sistema de pesos y contrapesos que equilibra las distintas ramas del gobierno.
Los autócratas modernos han aprendido a perfeccionar un arsenal de tácticas que aseguran su permanencia en el poder, desde manipular el sistema legal hasta reformular las leyes electorales para dividir a la población en bloques opuestos. Nigel Bukele, el carismático líder autócrata de El Salvador, abogó por su polémico enfoque en el Conservative Political Action Conference de 2024 en Estados Unidos, recibiendo una ovación al sugerir que su modelo de gobierno podría ser la solución para combatir el crimen en Estados Unidos.
Este fenómeno de autocracia moderna no es exclusivo de una única región o ideología. La lista incluye líderes de diferentes partes del mundo como Viktor Orbán de Hungría, Vladimir Putin de Rusia, y Recep Tayyip Erdoğan de Turquía, quienes han intercambiado estrategias en reuniones internacionales y alianzas políticas. Su influencia no solo se limita a los confines de sus países; sus conexiones globales permiten una cooperación estratégica, compartiendo recursos económicos y tácticas de seguridad para aplastar la disidencia popular.
La cooperación intercontinental no se limita solo a los gobiernos. Organizaciones e individuos antidemocráticos, como Michael Anton y el Claremont Institute en Estados Unidos, juegan un rol crucial al redactar planes detallados que refuerzan las agendas iliberales. Videos, podcasts y conferencias se han convertido en herramientas para crear una imagen positiva de estos líderes, persuadiendo a las poblaciones de que solo ellos pueden “salvar” a sus naciones de amenazas internas y externas ficticias.
El escenario presenta una encrucijada para las democracias del mundo. El preceder de los autócratas, como el arresto y acusación por traición de Juan Sebastián Chamorro en Nicaragua, refuerza el siniestro patrón: una democracia erosionada es un fuego lento que consume todo a su paso. Sin embargo, una ciudadanía informada y alerta puede ser el antídoto contra esta marea autocrática. Los votantes tienen en sus manos detener este ciclo antes de que las instituciones democráticas se vuelvan irreparables.