El ex presidente de Albania, Ilir Meta, fue arrestado el lunes por la policía bajo acusaciones de lavado de dinero, recordó su portavoz en una conferencia de prensa. El arresto se llevó a cabo en Tirana justo cuando Meta regresaba de un viaje a Kosovo, y las imágenes del evento fueron ampliamente difundidas por los medios locales. En estas se observa a la policía, con el rostro cubierto, removiendo a Meta de un vehículo y escoltándolo a un furgón de las fuerzas especiales. La captura de Meta ha sido motivo de consigna por parte de su equipo, catalogando el arresto como “inapropiado”.
La intervención fue ejecutada tras una orden directa del Fiscal Especial para la Corrupción (SPAK), quien acusa a Meta de corrupción, lavado de dinero y ocultamiento de patrimonio. Esta serie de eventos es solo otro acto en el continuo deterioro de la relación entre Meta y el actual Primer Ministro, Edi Rama. Esta polarización se ha acentuado tras intentos fallidos del Partido Socialista, liderado por Rama, de destituir a Meta de la presidencia en los años 2019 y 2021.
Pero Meta no es la única figura de oposición atrapada en una maraña judicial. El mes pasado, Sali Berisha, líder del Partido Democrático y figura prominente de la oposición, también fue acusado de corrupción por actos durante su mandato como primer ministro. Aunque Berisha niega las acusaciones, su grupo ha sostenido que estos juicios no son más que una treta de Rama para debilitar a sus opositores.
El arresto de Meta ha intensificado el clima político en Albania. Los opositores han respondido con manifestaciones en varias áreas, reprimiendo lo que consideran persecuciones políticas orquestadas por el gobierno. A finales de septiembre, seguidores de Berisha encendieron incendios frente al parlamento como protesta por la sentencia a prisión de un colega partidario. Esta agitación política se está deslizando hacia una crisis de mayores proporciones, donde la estabilidad institucional enfrenta serios desafíos.
El drástico aumento de acusaciones por corrupción entre figuras de alto nivel en la política albanesa plantea serias preguntas sobre la transparencia y las motivaciones detrás de tales fiscalizaciones. A medida que el país avanza hacia un entorno político cada vez más polarizado, el camino hacia la verdad y reconciliación parece estar lleno de obstáculo.