Sanofi, gigante farmacéutico francés, se encuentra en el centro de un acuerdo controversial que está causando olas en el sector industrial y político de Francia. Con su subsidiaria Opella en la línea de venta al fondo americano CD&R por €15 mil millones, el interés no solo recae sobre el impacto económico, sino también sobre la seguridad de empleos y abastecimiento de medicamentos críticos, especialmente en un país que aún resiente las cicatrices de la pandemia.
En una escena repetida que evoca cuestionamientos sobre soberanía y control, los ministros de Economía e Industria de Francia, Antoine Armand y Marc Ferracci, han prometido supervisar de cerca el acuerdo. Durante su visita a la fábrica de Lisieux, se comprometieron a preservar los empleos y la producción dentro del país, apelando a condiciones precisas y tangibles.
Mientras los trabajadores en la fábrica de Lisieux protestan, preocupados por su futuro laboral y el suministro de medicinas, el gobierno ha dejado claro que tiene en su arsenal desde sanciones económicas hasta la compra de acciones para garantizar sus intereses. Esta postura más conciliatoria sorprende a algunos, considerando la histórica disposición francesa a bloquear adquisiciones trasatlánticas en nombre de proteger intereses nacionales.
Sanofi no es ajeno a este proceso; ya en 2018 vendió una parte de su negocio a una firma estadounidense. Sin embargo, en esta ocasión, el trasfondo es diferente. La pandemia de COVID-19 subraya la importancia de mantener la autonomía estratégica y el control de la producción de medicamentos esenciales como el paracetamol.
El gobierno ha estado empujando una agenda de reubicación de la producción de medicinas dentro del continente europeo, ofreciendo subsidios generosos y planeando producir ingredientes activos en Francia a partir de 2026. A pesar de la venta planificada, se subraya repetidamente que Doliprane, el reconocido paracetamol de Sanofi, continuará siendo un producto nacional.
Con la venta aún en el aire, el gobierno está negociando con Sanofi y CD&R, enfatizando una relación de colaboración donde se cumplan compromisos críticos. Todo el debate refleja una Francia dividida entre su deseo de atraer inversiones extranjeras y su necesidad de proteger los intereses estratégicos nacionales.
Este toma y daca entre influencia económica y proteccionismo resalta la realidad actual de las inversiones internacionales: equilibrar la bienvenida de nuevos capitales sin perder esencia o control local.