Francia se prepara para encarar un desafío económico significativo: reducir su abrumador endeudamiento. Michel Barnier, el flamante primer ministro, ha esbozado un audaz plan que contempla drásticos recortes en el gasto público y aumentos impositivos dirigidos a las empresas más grandes y las familias más acaudaladas. Se espera que con estas medidas, unos €60.6 mil millones retornen a las arcas estatales, aliviando así las finanzas francesas.
La propuesta incluye un alza de impuestos por €19.4 mil millones y una reducción en el gasto de €41.3 mil millones. De los impuestos, una parte sustancial recaerá sobre las industrias significativas del país, a las que se les aplicará un impuesto excepcional sobre las ganancias, lo que las llevará a contribuir con aproximadamente €8.5 mil millones al objetivo fiscal. No obstante, la administración Barnier ha querido evitar una carga excesiva sobre los ciudadanos comunes, apuntando el impacto fiscal mayor a solo el 0.3% de los hogares más adinerados.
Parte de estos ajustes incluirá la eliminación de determinados créditos fiscales, lo que algunos sectores califican de controversiales. Dichos recortes podrían impactar en la demora de incrementos en pensiones ligados a la inflación, que pasaría de enero a julio del 2025, desatando potencial oposición socialista.
A pesar de estas estrategias, el gabinete de Barnier enfrenta un gran desafío. Aunado a la presión, está la infraestructura política limitada por la falta de una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. Esto significa que el decreto se tramitará mediante una medida constitucional para eludir un voto directo, dejando la puerta abierta a mociones de confianza como último recurso.
La administración defiende que estas medidas drásticas son vitales para enfrentar el déficit presupuestario de Francia, proyectado para subir a un 6% del PIB en 2024, superando las previsiones anteriores. La promesa del gobierno es que los aumentos fiscales serán transitorios, pero surgen preocupaciones sobre el impacto duradero en el tejido económico y social. Con un reto tan intrincado en mente, será vital para el liderazgo francés balancear los intereses económicos con la estabilidad social mientras navega esta fase crítica de su historia financiera.