Con la reciente configuración del nuevo gobierno francés presidido por Emmanuel Macron, se delinean nuevas estrategias políticas con potencial impacto en Europa. La designación de Antoine Armand a la cabeza de los ministerios de economía y finanzas refleja la importancia de manejar el déficit fiscal de Francia, prioritario esta vez para el ejecutivo, quien deberá enviar un presupuesto convincente a Bruselas para evitar sanciones por violar las reglas de gasto de la Unión Europea.
En una movida no frecuente, el nuevo Primer Ministro, Michel Barnier, ejerce un mayor control al colocar al Ministro Junior de Presupuesto, Laurent Saint-Martin, bajo su autoridad directa, indicando la prioridad de establecer un diálogo fructífero sobre temas presupuestales con la capital belga.
El retorno de Agnès Pannier-Runacher al ministerio de energía, esta vez con más atribuciones, marca una nueva era pro-nuclear para Francia. Ampliamente conocida por su influencia en Bruselas, Pannier-Runacher usará su experiencia previa para sostener subsidios al sector nuclear bajo el beneficio del procedimiento de Proyectos Importantes de Interés Común Europeo.
En el ámbito del comercio, Francia toma un rumbo proteccionista. Sophie Primas, la nueva ministra de Comercio, abiertamente se opone a acuerdos como el CETA con Canadá. Este cambio sugiere una postura más crítica frente a tratados que favorecen el intercambio comercial, alineándose con las preocupaciones de los grupos franceses influyentes, como los sindicatos de agricultores.
Las decisiones del actual gabinete reflejan una clara estrategia de mantener intacta la influencia francesa dentro de la Unión Europea, especialmente en torno a temas energéticos y de gasto. El futuro, sin embargo, dependerá de cómo estas medidas se implementen y sean recibidas por los socios europeos, en un contexto donde el equilibrio entre crecimiento económico y disciplina fiscal parece ser más desafiante que nunca.