El líder checheno, Ramzan Kadyrov, ha encendido las alarmas con acusaciones explosivas de un complot para asesinarlo, situando este drama en el vórtice de la política rusa. Kadyrov apunta a legisladores rusos de las regiones vecinas de Dagestán e Ingushetia como los presuntos autores intelectuales detrás de este intento de asesinato. En una declaración enérgica, el líder checheno amenazó con “una venganza de sangre” si los acusados no logran probar su inocencia.

Cabe destacar que, según Kadyrov, existirían testigos que pueden corroborar que los señalados ofrecieron pagos por el asesinato. Este enfrentamiento adquiere mayor complejidad al estar involucrados personas influyentes como el senador daguestaní Suleimán Kerímov y los diputados de la Duma Estatal, Bekján Barajóev y Rizván Kurbanov.

Kadyrov también los señaló por un tiroteo ocurrido en las oficinas de Wildberries en Moscú, el cual dejó como saldo trágico la muerte de dos guardias de seguridad de etnia ingush. El incidente sucedió tras una polémica fusión entre Wildberries y una firma controlada por el magnate Kerímov, ostentando presuntos respaldos desde las altas esferas del Kremlin.

En medio de este caos, Vladimir Bakalchuk, marido de la CEO de Wildberries, Tatiana Bakalchuk, y socio de Kadyrov, fue implicado en el tiroteo; sin embargo, niega rotundamente las acusaciones de asesinato. Todo este conflicto parece ser una batalla que mezcla disputas empresariales y rivales políticos, según algunos observadores.

Kadyrov ha desmentido cualquier implicación directa de sus hombres en el tiroteo, calificando dichas acusaciones como intentos para “enfrentar a naciones enteras por disputas internas”. Esta saga, vista en el marco de la estrecha relación de Kadyrov con el presidente ruso, Vladimir Putin, añade un tinte dramático y sombrío al complejo espectro del poder y la política en la región.

Al observar este torbellino de acusaciones, asesinatos y traiciones, se percibe la fragilidad de las alianzas y lo fugaces que pueden ser cuando se ven envueltas en juegos de poder. Es un recordatorio de que, en el mundo de la política, pocas cosas son lo que parecen y todo puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos.