En su primer discurso como primer ministro del Reino Unido, Keir Starmer buscó revivir el entusiasmo dentro del Partido Laborista, marcando claras diferencias con las viejas ideologías que alguna vez dominaron la formación política. En el Congreso celebrado en Liverpool, Starmer redobló sus esfuerzos para distanciarse de la izquierda interna, afirmando que aquellos con soluciones simples para atraer a las masas no corresponden al camino intenso que él está trazando. La firmeza de su mensaje quedó clara cuando un manifestante intentó interrumpirlo con temas sobre Gaza, a lo que Starmer respondió refiriéndose al último congreso donde Jeremy Corbyn fue líder.
El premier insistió en que cambiar el rumbo del Reino Unido será arduo y subrayó que sus decisiones, aunque necesarias, serían controvertidas. Aseguró que su governo no volvería a las políticas de austeridad de la década pasada. En un intento por equilibrar su tono pesimista, presentó nuevas políticas y ventajas, incluyendo la futura implementación de la llamada “Ley Hillsborough”, que obligará a las entidades públicas a cooperar en investigaciones sobre grandes incidentes. Además, anunció que GB Energy, su empresa nacional de energía, tendrá su sede en Aberdeen, buscando calmar las críticas por las políticas climáticas de su partido.
Starmer enumeró los logros de sus primeros 100 días al frente: reformas en planificación, terminación de huelgas en el sector público, proyectos en energía solar y eólica marina, cambios en la inspección escolar, el establecimiento de un Comando de Seguridad Fronteriza y un Fondo Nacional de Riqueza. Sin embargo, evitó entrar en las controversias sobre donaciones y ética que han plagado su gobierno.
El primer ministro se mostró especialmente vehemence al comentar sobre los disturbios de extrema derecha de este verano, aseverando que no permitiría que una minoría violenta y racista aterrorice a las comunidades británicas. Las referencias a su amor por el fútbol y la música clásica no fueron suficientes para contrarrestar las críticas de aquellos que sienten que los políticos están desconectados del ciudadano medio.
El discurso no estuvo exento de imprevistos cuando Starmer, en un intento por abogar por la paz en Oriente Medio, accidentalmente pidió por el regreso de “las salchichas” en lugar de los “rehenes” en Gaza. Este lapsus fue rápidamente aprovechado por los rivales conservadores.
Starmer presentó su liderazgo como un proyecto a largo plazo, llamando a sus seguidores a trabajar juntos para generar un cambio auténtico en el país, sin caer en políticas simplistas. Con retos internos y externos aún en juego, el primer ministro intenta consolidar una nueva era para el Partido Laborista, cargando con la responsabilidad de transformar y, sobre todo, reconciliar al Reino Unido en un futuro complejo.