La deuda global de los gobiernos superará la astronómica suma de 100 billones de dólares para el final del año, alertó el Fondo Monetario Internacional (FMI) el pasado martes. Pero eso no es todo: la deuda pública mundial, que ya representa el 93% del producto interno bruto (PIB) mundial en 2024, podría acercarse peligrosa al 100% al finalizar la década.
El FMI, en su reciente edición de su informe semestral “Fiscal Monitor”, advirtió que el aumento continuo de la deuda puede elevar la probabilidad de una crisis financiera más amplia. Esta situación es particularmente preocupante en naciones clave del orden económico global, que al disparar sus niveles de deuda pueden incidir en países que se están esforzando en reducir sus cargas.
Durante la pandemia, los déficit presupuestarios globales se ampliaron debido al esfuerzo por sostener los ingresos de aquellos afectados por los confinamientos. Luego, las presiones aumentaron nuevamente, sobre todo en Europa, con la invasión de Ucrania por parte de Rusia en 2022, que generó un significativo aumento en los precios de la energía.
Otros factores, como el envejecimiento de la población y las inversiones dirigidas a una transición hacia una economía verde, así como el fin de la “dividendo de paz” posguerra fría, parecen determinar que la política fiscal permanezca en el ojo del huracán por el futuro cercano.
En este contexto, un conjunto de naciones europeas que aún exceden sus presupuestos está presentando sus planes de reducción de deuda a la Comisión Europea. Bajo las renovadas reglas presupuestarias de la Unión Europea, dichos países deben lograr una trayectoria sostenible de disminución de deuda en un período de entre cuatro y siete años.
El FMI estima que, a nivel global, los países deben ajustar sus políticas fiscales —incrementando impuestos o disminuyendo gastos— en un 3 a 4.5% del PIB en un plazo medio para tener una posibilidad real de estabilizar sus índices de deuda. “Postergar esta acción sería costoso y arriesgado”, subrayaron, dado que el ajuste necesario podría convertirse en insostenible si los mercados reaccionan negativamente o si se produce un impacto adverso sobre la economía.
Para evitar cortes en inversiones productivas, el FMI nuevamente instó a que se priorice la reducción de subsidios.
En resumen, en este mundo acelerado por las múltiples crisis, la presión fiscal no solo tiende a escalar, sino que podrían sobrevenir cambios de paradigmas económicos que las naciones deberán afrontar política y económicamente para garantizar un crecimiento sostenible en un ambiente menos predecible.