El resurgimiento de las fuerzas políticas de derecha en Europa sigue haciendo eco, siendo Austria el más reciente escenario de esta creciente tendencia. Herbert Kickl y su Partido de la Libertad (FPÖ), conocidos por su postura antiinmigrante y amigable hacia Rusia, lograron imponerse en las elecciones recientes de Austria. Sin embargo, su camino hacia el poder no está libre de obstáculos, pues enfrentan la posibilidad de ser dejados fuera del gobierno dado el complicado panorama de las coaliciones políticas en el país.
Los funcionarios de la Unión Europea han tomado con calma la victoria del FPÖ, creyendo que, a pesar de un cambio en el tono, la política austriaca permanecerá prácticamente inalterada. El comportamiento de Bruselas sugiere un patrón de continuidad más que de cambios radicales en las decisiones europeas, aun considerando la consolidación de partidos radicales en varios comicios recientes.
A inicios de mes, se informó sobre las significativas ganancias del partido Alternativa para Alemania en elecciones regionales y sobre el éxito del populista Geert Wilders en los Países Bajos el año anterior. Además, en las elecciones del Parlamento Europeo, el avance de la extrema derecha fue evidente con el Rassemblement National de Francia convirtiéndose en el mayor partido en el parlamento nacional francés.
Este terreno fértil para los populismos de derecha también ha servido al primer ministro húngaro, Viktor Orbán, para afianzar su retórica. Bajo la idea de infiltraciones ‘caballo de Troya’, los analistas aseguran que la UE podría enfrentar vulnerabilidades si gobiernos como estos aumentan su control en la estructura de poder europeo. Sin embargo, hasta el momento, la coexistencia en el seno de la UE no se ha visto mayormente alterada.
En términos más generales, la habilidad de la UE para mantenerse operativa bajo este clima político se ha puesto a prueba, permitiendo que Ursula von der Leyen asegure un nuevo mandato de cinco años al frente de la Comisión Europea, mientras que las divisiones dentro de los grupos radicales disminuyen su potencial de impacto efectivo.
Las coaliciones en países como los Países Bajos y Austria han sido clave para mitigar la presencia de los más extremos, y ejemplos como el gobierno liderado por Giorgia Meloni en Italia demuestran que, aunque la retórica haya cambiado, la política comunitaria sigue con sus cauces intactos.
Curiosamente, en contraste con hace 25 años cuando Austria enfrentó sanciones diplomáticas, hoy la reacción de la UE es enteramente más anodina, reflejando quizás una normalización de la extrema derecha en el tablero político europeo.