Durante una visita oficial a Australia, el rey Carlos III se encontró con una manifestación inesperada en el Parlamento de Canberra. La senadora independiente Lidia Thorpe, representante del estado de Victoria, interrumpió un discurso del monarca británico, lanzándole acusaciones de “genocidio” contra los pueblos indígenas de Australia. Thorpe enfatizó que, a su juicio, “este no es tu país, tú no eres mi rey”, mientras pedía la devolución de territorios y restos humanos a los pueblos originarios.
El episodio tuvo lugar en medio de la primera visita del rey Carlos a Australia desde que asumió el trono en 2022, la primera de un monarca británico a la nación desde 2011. El incidente no perturbó al rey ni a otros dignatarios, incluido el primer ministro australiano, Anthony Albanese, quienes permanecieron en sus asientos.
Australia, aunque federada como nación independiente desde 1901, todavía mantiene la monarquía británica como parte de su sistema constitucional. Sin embargo, la opinión pública australiana está dividida sobre si debe cambiarse a un sistema republicano. Encuestas recientes reflejan ese debate en curso, aunque en 1999, el país rechazó estrechamente convertirse en república.
Desde Buckingham Palace, se transmitió que cualquier decisión sobre el futuro republicano de Australia es un asunto que deben resolver sus ciudadanos. En un comunicado, la senadora Thorpe instó a la nación a abandonar la monarquía y establecer un tratado con los pueblos originarios de las Primeras Naciones.
El discurso de Thorpe ha reavivado la polémica y el debate sobre la relevancia de la monarquía en la política australiana y las relaciones históricas entre el Reino Unido y su antigua colonia. Mientras Carlos III sigue con su agenda protocolar, este incidente refleja las tensiones subyacentes en la narrativa de nación del país austral y plantea interrogantes sobre su identidad futura.
Mayor debate sobre la influencia simbólica de la monarquía británica podría beneficiarse de un diálogo abierto que incluya a todos los sectores de la sociedad australiana y podría estimular una reflexión sobre el destino político de Australia en el siglo XXI.