En un escenario político inusual tras las últimas elecciones en el Reino Unido, la Canciller Rachel Reeves ha emergido como la figura de mayor influencia en la agenda gubernamental. Desde que el Partido Laborista llegó al poder en julio bajo la dirección formal de Keir Starmer, ha quedado en evidencia que Reeves es quien dicta la mayoría de las direcciones gubernamentales. En tiempos de retos económicos, su misión secundaria es asegurar un estricto control del gasto público, un enfoque que ha superado hasta ahora cualquier otra prioridad gubernamental.
Durante la campaña electoral, Starmer consolidó su imagen prometiendo estabilidad financiera frente a la gestión de los conservadores, trabajando, literalmente, mano a mano con Reeves. Sin embargo, en la práctica, ha sido Reeves quien ha llevado la batuta, como lo demuestran las decisiones coordinadas con el Tesoro por encima de cualquier otra instancia, incluyendo la oficina del Primer Ministro en el número 10 de Downing Street.
El influjo del Tesoro, bajo la dirección de Reeves, se percibe no solo en los planes fiscales, sino en la influencia omnipresente en los distintos departamentos gubernamentales. Esto destaca aún más la diferencia con la administración anterior, donde el equilibrio de poder estaba más repartido. La estabilidad en el equipo del Tesoro, al contrario de las fluctuaciones en el personal de Downing Street, reforza esa preeminencia.
No es de extrañar que lo que realmente preocupa ahora a muchos dentro del gobierno sea la preparación del próximo presupuesto gubernamental, que sin duda marcará la pauta por el resto del año. Reeves ha dejado en claro que decisiones “dolorosas” están en el horizonte, mientras que su discurso público ha estado marcado por advertencias sobre las dificultades económicas actuales y venideras, sugiriendo un camino de sacrificios para los ciudadanos.
A pesar de estas advertencias sombrías, la atención ahora se centra en si Reeves buscará suavizar su mensaje en la próxima conferencia del Partido Laborista. Aunque ha enfrentado críticas por la falta de esperanza en sus planes, hay expectativas de que pueda hablar acerca de “días más brillantes” por venir. Esto podría ser necesario para contrarrestar un descenso en las encuestas desde la elección, en un momento en que su capital político aún está en su punto más alto.
En conclusión, el estratega económico ahora domina la narrativa gubernamental en Gran Bretaña, un hecho que ha redefinido el panorama político y sugiere una atención nacional en temas fiscales por encima de otros asuntos. Este enfoque tiene sus partidarios y detractores, pero, para bien o para mal, deja claro que las decisiones económicas seguirán siendo el centro de la escena política actual.