La reciente ruptura de las conversaciones anuales de defensa entre el Reino Unido y Georgia resulta de un profundo malestar en torno al rumbo político de Tbilisi. Según el embajador británico en Georgia, Gareth Ward, el Wardrop Dialogue ha sido suspendido por primera vez desde su creación. Tal decisión está motivada por el “declive de la democracia y la retórica antioccidental” que parece haber tomado el país bajo la dirección del primer ministro Irakli Kobakhidze.
Desde la llegada de Ward a su puesto en julio, el diplomático británico ha manifestado de forma clara sus preocupaciones respecto a los cambios en la dirección política de Georgia. Una preocupación que se ha visto agudizada con la aprobación de una nueva ley de influencia extranjera, la cual ha sido categorizada por figuras internacionales como Washington y Bruselas, como una ley para etiquetar organizaciones no gubernamentales y medios de comunicación financiados por Occidente como “agentes extranjeros”. Esta legislación fue ratificada en mayo incluso después de protestas callejeras y a pesar del veto presidencial de Salome Zourabichvili.
Zourabichvili, por su parte, no ha dudado en criticar abiertamente a la ley calificándola de “rusa”. Además, advierte sobre el uso de tácticas de intimidación al estilo ruso por parte del partido gobernante georgiano Dream para callar a la oposición en vísperas de las elecciones parlamentarias del próximo 26 de octubre. Como consecuencia, la Unión Europea tomó la drástica medida de cancelar 121 millones de euros que estaban destinados a fomentar el desarrollo económico de Georgia, país candidato a la UE.
Ante esta situación, Gareth Ward expresó la esperanza de que, después de las elecciones, Georgia retome su senda hacia la integración euroatlántica para reconstruir la confianza y reavivar una asociación estrecha con sus socios occidentales. Estas declaraciones reflejan la preocupación generalizada sobre el giro ideológico georgiano, que mantiene al Reino Unido y a otros actores occidentales en estado de alerta.
El panorama actual de Georgia, visto como un alejamiento de sus principios democráticos y de cooperación con Occidente, resalta la fragilidad de las relaciones internacionales en un contexto geopolítico siempre cambiante. Al final del día, el futuro de las relaciones de Georgia con países como el Reino Unido dependerá en gran medida de sus decisiones políticas internas y de su voluntad de alinear sus políticas con los ideales democráticos y cooperativos que alguna vez adornaron su trayectoria política.