El ex primer ministro británico, David Cameron, reveló recientemente que durante los últimos días del gobierno conservador del Reino Unido estaban en marcha planes para imponer sanciones a dos ministros israelíes considerados extremistas. Cameron, quien en ese momento se desempeñaba como secretario de Relaciones Exteriores, detalló que había desarrollado propuestas específicas para sancionar a Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas, e Itamar Ben-Gvir, ministro de Seguridad Nacional, ambos pertenecientes al gobierno de coalición liderado por el primer ministro Benjamin Netanyahu.
Cameron señaló el comportamiento radical de estos ministros, citando específicamente declaraciones y acciones que fomentan el aumento de asentamientos judíos en Cisjordania, un movimiento destinado a prevenir la creación de un estado palestino. Además, Ben-Gvir fue criticado por liderar oraciones en el lugar sagrado más disputado de Jerusalén y por oponerse a la llegada de convoys de ayuda a Gaza.
Pese a las intenciones de sancionar, los planes fueron frustrados cuando el entonces primer ministro Rishi Sunak convocó elecciones generales anticipadas en el Reino Unido. Cameron alegó que la acción podría ser vista como un acto político en el contexto de las elecciones, lo que lo llevó a desestimar su implementación. Esta postura se diferencia de la del sucesor de Cameron, David Lammy, quien optó por suspender algunas exportaciones de armas al país como una medida de presión ante la gestión israelí en Gaza.
David Cameron subrayó que apoyar el derecho de Israel a la autodefensa no equivale a un apoyo incondicional, insistiendo en la importancia de que cumpla con el derecho internacional humanitario. A pesar de no haber concretado las sanciones en ese momento, las propuestas de Cameron abrieron un debate sobre el uso de sanciones específicas como herramientas diplomáticas efectivas. Hasta la fecha, no hay confirmación sobre si el gobierno actual de Gran Bretaña reconsideraría tales medidas.
Esta situación destaca el complejo equilibrio de las relaciones internacionales donde, a menudo, los intereses políticos internos pueden interrumpir los esfuerzos diplomáticos dirigidos a influir en las políticas de otros estados. Una reflexión necesaria es cómo maximizar la influencia política sin caer en estrategias que puedan ser percibidas como intervencionistas o con carácter electoralista.