En un contexto en el que las muertes por sobredosis superan las 100.000 anualmente en los Estados Unidos, se destaca la necesidad de revaluar el sistema de tratamiento de adicciones del país. Aunque tradicionalmente se ha confiado en los centros de tratamiento residencial, estas instalaciones no siempre se basan en evidencia médica confiable, especialmente para el tratamiento con opioides.
El ejemplo de Cara, una joven con adicción a los opioides, sirve como caso paradigmático de los desafíos actuales. A pesar de recibir tratamiento eficaz con metadona, se encontró atrapada en un sistema que priorizaba un enfoque de camas en instalaciones residenciales, lo cual no necesariamente respalda una recuperación sostenida. Cara fue informada por un gerente de casos que conseguir una cama en rehab era su única opción para recuperarse del fentanilo, lo que lleva a cuestionar el papel predominante otorgado a los tratamientos residenciales.
Históricamente, las instalaciones como las “granjas de narcóticos” y las comunidades terapéuticas enfatizaron prácticas de modificación del comportamiento, algunas de las cuales eran consideradas radicales y atípicas para un modelo médico centrado en el paciente. Estas experiencias resaltan el déficit de enfoque médico adecuado en tales instituciones, donde prácticas médicas básicas sacrifican calidad frente a métodos coercitivos.
Se observa que un gran porcentaje de programas de tratamiento residencial ignoran el uso de medicamentos probados. Una encuesta reveló que solo el 29% de los programas ofrecen medicamentos como parte de su tratamiento, a pesar de las pruebas de su eficacia al reducir las tasas de sobredosis y el retorno al uso de opioides. Ello se ve agravado por la falta de educación formal que reciben los proveedores médicos sobre la eficacia de los tratamientos para la adicción.
Un informe de 2021 mostró prácticas explotativas en estas instalaciones, con más del 33% de los consultados siendo ofrecidos lugares sin evaluación clínica y esperando pagos adelantados elevados. Es imperativo que el tratamiento de adicciones sea completamente integrado dentro de la medicina convencional, dirigido por evidencia científica rigurosa y una mejor comprensión de los determinantes sociales de la salud.
La experiencia de Cara resalta que lo que realmente necesitaba era un hogar estable y un empleo, algo que la gran mayoría de los programas de tratamiento ignoran. Los datos de encuestas de federales indican que el 97% de los pacientes con desórdenes de uso de sustancias reportaron no querer buscar tratamiento. Esto es una llamada a la comunidad médica para revaluar cómo sus métodos de tratamiento podrían caer en deficiencia.
En conclusión, se requiere un cambio en el enfoque hacia un sistema que considere el tratamiento como una parte integral del bienestar general de los individuos, ofreciendo opciones basadas en rigor científico sin dejar de lado los aspectos vitales como el empleo estable y el acceso a viviendas permanentes.