El Primer Ministro húngaro, Viktor Orbán, ha marcado distancias respecto a unos comentarios delicados emitidos por su director político, Balázs Orbán, aclarando que esos comentarios fueron un “error”. Durante una entrevista, Balázs Orbán sugirió que, de encontrarse en la posición de Ucrania, Hungría se habría rendido ante Rusia. Este comentario, ligado a la experiencia fallida de Hungría en 1956 contra las fuerzas soviéticas, no tardó en provocar revuelo.
Viktor Orbán intervino para aclarar su postura, afirmando que la comunidad húngara permanece firmemente anclada en la memoria de la revolución de 1956, un evento decisivo y emblemático en su historia. Este enfoque también enmarca la carrera política de Orbán, que se hizo notar inicialmente en 1989 al exigir la retirada de las tropas soviéticas de Hungría.
Tras años de trayectoria política oscilando entre posiciones liberales y de centro-derecha, y pese a haber estrechado lazos con Rusia en los últimos años, Viktor Orbán mantiene viva la memoria de los combatientes de 1956. Ha dejado claro que Balázs Orbán, pese a las palabras mal interpretadas, estaría listo para defender su país.
Orbán ha sido categórico en su insistencia de que las cuestiones del conflicto actual entre Ucrania y Rusia no deben proyectarse sobre los eventos históricos sagrados para Hungría, como la revolución de 1956. Según el primer ministro, se corre el riesgo de empañar el honor y el sacrificio de aquellos héroes.
El desarrollo de estas declaraciones se da en un contexto donde Hungría ha mantenido una posición crítica respecto al consenso europeo sobre el apoyo a Ucrania. Orbán, aunque ha tomado una posición prudente en este debate, insiste en preservar la integridad y el legado de sus héroes históricos, quienes, según él, no deben ser involucrados en discusiones contemporáneas. Está claro que para Hungría, ciertos valores trascienden las fronteras temporales del presente conflicto.
Concluyendo, aunque los comentarios del asesor político abrieron un debate sensible, Viktor Orbán mantiene su posición de salvaguardar la historia de su país, mostrándose firme en preservar la culturalmente significativa resistencia de 1956 como un símbolo de la identidad húngara.