En una era donde la tecnología juega un papel crucial en la vida diaria, la vigilancia a través de aplicaciones de seguimiento ha surgido como una tendencia entre los padres preocupados por la seguridad de sus hijos adolescentes. Megan Rumney, una profesional en el sector financiero de Severna Park, Maryland, decidió implantar dicha tecnología con sus hijos. Esto le permitió localizarlos cuando se desplazaban, fomentando una sensación de autonomía en sus hijos que difícilmente se hubiese logrado sin estos dispositivos.
A medida que el tiempo ha pasado, el uso de estas apps, como Life360 y Find My iPhone, ha revelado un dilema. Mientras que Rumney disfruta del conocimiento inmediato sobre la ubicación de sus hijos, no puede evitar cuestionar el efecto de esta vigilancia continua en la privacidad y la independencia emocional de los adolescentes. Expertos en psicología advierten que, aunque estas prácticas ofrecen seguridad, pueden minar la autonomía de los jóvenes, fabricando una falsa sensación de confianza entre progenitores y sus hijos.
Estos métodos tecnológicos se apoyan principalmente en tecnologías GPS, redes Wi-Fi cercanas y torres celulares para rastrear en tiempo real los movimientos de los adolescentes. Sin embargo, la psicología indica que en esta etapa de la vida, los adolescentes buscan naturalmente la independencia y construyen su sentido de responsabilidad, viéndose amenazados por la intrusión parental persistente.
Estudios reflejan que el 50% de los padres en EE.UU. supervisa las actividades de sus hijos mediante estas aplicaciones, exacerbando preocupaciones sobre la privacidad y autonomía adolescente. Además, momentos de fricción no son inusuales, al ser frecuente que los adolescentes desconecten sus teléfonos para establecer barreras. Estas percepciones de invasión a la privacidad pueden conducirse hacia respuestas rebeldes y afectar la relación padre-hijo, según la profesora Judy Ho Gavazza.
Los adolescentes necesitan integrarse socialmente, gestionar sus primeras relaciones y fomentar sus propias creencias, y estas capacidades pueden verse afectadas por un monitoreo constante. Mientras tanto, la salud mental sigue en deterioro, con casi el doble de diagnóstico de depresión adolescente en los últimos años. Estos problemas emocionales están estrechamente vinculados al tiempo excesivo que los jóvenes pasan en las redes sociales.
El desafío para los padres es multifacético. Muchos enfrentan estrés al tratar de equilibrar la protección física con los riesgos virtuales de las redes sociales, según la investigadora Pamela Wisniewski. El consenso de expertos sugiere que se necesita un uso equilibrado de estas herramientas, combinando monitoreo con comunicación abierta, donde la privacidad y el respeto mutuo sean priorizados.