General Motors (GM) da un giro estratégico en su enfoque de baterías para vehículos eléctricos, optando por diversificar las químicas y formatos de sus celdas, dejando atrás su sistema único Ultium. Este cambio surge en respuesta a los desafíos que ha enfrentado la compañía en el desarrollo y ensamblaje de sus EVs, complicados por la pandemia de COVID-19 y problemas técnicos con los robots de ensamblaje.
Con una nueva filosofía que prioriza programas específicos sobre una única solución, GM busca reducir significativamente los costos de producción de sus vehículos eléctricos. El cambio a una tecnología de baterías de fosfato de hierro y litio (LFP) podría disminuir el costo de estos autos hasta en 6.000,00 € una cifra que no se pasa por alto en la escalada competitiva del mercado. En esta movida, GM sigue un camino que han recorrido previamente otros gigantes de la industria, como Tesla y Ford, quienes ya implementan celdas LFP debido a su fabricación más sencilla y asequible.
Con anticipación, la segunda generación del Chevy Bolt, programada para finales de 2025, estará equipada con las nuevas baterías. Para fortalecer su nueva estrategia, GM planea invertir en un centro de investigación de baterías en el Warren Tech Center en Michigan, donde se desarrollarán celdas cilíndricas y prismáticas, además de explorar más alternativas químicas.
Este cambio en la estrategia de baterías es parte de un impulso mayor de GM hacia la rentabilidad en su división de vehículos eléctricos. La compañía se está acercando a este objetivo con la expectativa de fabricar y vender aproximadamente 200,000 vehículos eléctricos este año, una hazaña que los consolida como el segundo mayor vendedor de EVs en América del Norte, solo por detrás de Tesla.